Un pergamino viejo se hallaba extendido en la mesa del general sujeto por 2 garras, una a cada lado, mientras varios pares de ojos lagartos lo contemplaban meditativamente con un silencio sepulcral. En el centro de la estancia y sujetando el pergamino se encontraba el general mariscal Ssratz, a su derecha Maltos, el consejero de mayor confianza, a su izquierda Droock, el general de mayor confianza y mano derecha de Ssratz desde el ataque takomita a Grimoszk de hace 10 años, y por delante 3 generales más de menor estima ante los ojos del general mariscal.
– Hace 10 años del ataque de esos malnacidos de Eralie – dijo el mariscal rompiendo el silencio – A duras penas resistimos – miró de reojo a Droock – debemos devolverle con su propia medicina, hemos recuperado fuerzas y estamos preparados para la victoria – finalizó Ssratz.
– ¿qué opina el Gran Patriarca de todo esto? – preguntó Maltos, reflexivo como siempre.
– Está de acuerdo en devolver el golpe y coincide que es el momento. Sin embargo, el no participará, dice que debe acudir a una cita obligada en la lejanía Galador. El mismo regente quiere discutir en persona algo que también concierne al asunto que tenemos entre garras. Confía en nosotros para la victoria. ¡Y la obtendremos! – gritó Ssratz haciendo puño con una de las garras que sujetaba el pergamino y dando un fuerte golpe en la mesa.
– Un ataque directo al bastión del bien es muy arriesgado, algo se huelen, he hecho varias incursiones estas semanas atrás y parece que reforzaron sus defensas. Además me llegan informes de mis camaleones espías de que las herrerías no descansan por un motivo que aún no sé – siseó Droock.
– Podríamos atacar por el Mar de Plata. Nuestros barcos están preparados y somos buenos nadadores – dijo uno de los otros generales mirando fijamente a Droock.
– También he valorado esa opción. ¿Pero crees que no me he informado? – le respondió Droock malhumorado – Están terminando de construir un destructor y también hay ajetreo por toda Aldara. Están haciendo montañas de balas junto a los cañones de las almenas ¿Y qué crees que son de adorno? – negó Droock mientras chasqueaba la lengua – De todas las opciones que he valorado en este instante solo habría una opción de obtener una pequeña victoria, no total, pero suficiente para devolver el golpe y debilitarlos por donde menos se lo esperan –
Un incómodo silencio se hizo en la estancia a la espera de que el general continuase hablando.
– ¿Y bien? – preguntó Ssratz impaciente.
– Thorin – la única palabra de Droock.
– Podría funcionar si sorteamos la vigilancia del camino empedrado – respondió Maltos meditabundo.
– Un ataque rápido, silencioso con no más de 5 de los mejores de nosotros. Para recordarles que no estamos quietos y que cobraremos la venganza. Un ataque a gran escala con toda la horda es arriesgados en estos momentos. Debemos esperar al Gran Patriarca para tal ataque y conocer las noticias que nos traiga del regente. Si combinásemos nuestros ejércitos con los de Dendra y D’Hara sería otro cantar. Mientras tanto, el ataque furtivo a Thorin es la única opción – contestó Droock agitadamente.
– No se diga más. ¡Que comiencen los preparativos! – sentenció el general mariscal Ssratz.
En un bosque lejano un joven elfo de 30 años estaba en el bosque profundo, lejos del claro Nyathor, con su habitual partida de caza compuesta por su medio hermano Jonne, el Gran Cazador de Thorin, y otros cazadores de menor rango. Subido a la copa de un árbol centraba su atención en un par de ciervos que pastaban en la base del árbol siguiente. Cogiendo con suma cautela una flecha del carcaj, la puso en el arco mientras centraba la vista en el cuello del ciervo más cercano. A su vista se le escapó un grupo de 5 lagartos que se acercaban peligrosamente a la entrada del claro thorinya.
Raiduan soltó la flecha y con un ligero siseo atravesó el cuello del ciervo, asustando al otro, el cual salió corriendo, a la misma vez que entre mezclado le llegaron los sonidos reconocibles de un enfrentamiento armado. Chocar de espadas, gritos… ¿Y qué era eso? ¿Garras? Inmediatamente se giró en la rama del árbol y fijó la vista de elfo al lejano claro nyathor. Observó diminutos lagartos enfrentados en la entrada del claro. Sin vacilación gritó a sus compañeros de caza y echaron a correr a toda prisa de vuelta a casa.
Droock encabezaba el ataque furtivo, oculto entre las hierbas, el primer elfo en caer era un vigilante medio dormido apoyado en un árbol cercano a la entrada. Con un destripar de sus garras óseas le atravesó el cuello, empalando las uñas de las garras en el tronco tras el que se apoyaba, haciendo que el elfo quedara crucificado en una parodia cómica. Al desclavar las uñas, el elfo cayó al suelo como un fardo de paja, sin darle a tiempo ni de saber que había muerto. Hizo una seña a su cuadrilla y se acercaron más.
Cercano a la entrada, estudiaron los movimientos de los vigías y justo en el de mayor vulnerabilidad, entraron los 5 a la carrera. 3 consiguieron entrar al claro desparramando vísceras por doquier sin dar tiempo a los estúpidos elfos de organizar una defensa acorde. Los 2 que quedaron fuera se enfrentaron a los guardias que cerraron el paso, luchando con rudimentarios arcos y escasas flechas de madera.
Una bella elfa con una flor en el pelo se encaró con el lagarto que parecía el líder armada tan solo con una vara del génesis. Ella intentó formular un hechizo de columna fuego, pero Droock fue más rápido y le hizo callar con un ataque horizontal de su garra derecha que le arrancó de cuajo el pecho izquierdo y dejando 3 surcos de garras profundas. La elfa cayó al suelo gritando de dolor, a duras penas consiguió formularse un hechizo de curar veneno, pero su poder era insuficiente y estaba agotada. Droock sonrió al pensar en el veneno de sus glándulas y en lo bien que se había preparado.
Raiduan y la partida de caza llegó por la retaguardia de los 2 lagartos que quedaron fuera del claro. Rápidamente mató al primero de un flechazo certero mientras Jonne se encargaba del otro con un concentrado cazar. Entraron todos al claro, partida de caza y guardias, cambiando las tornas para los lagartos.
Todo el claro estaba lleno de sangre, vísceras y partes de elfos y humanos pero tras un vistazo rápido a su alrededor Droock y los otros se dieron cuenta que eso era una ratonera, y ellos los ratones. Uno de los 3 sopló su tubo de cortejo, infundiendo un renovado coraje y vigor a Droock y el otro lagarto. A una señal se abrieron paso hacia la salida, antes que los thorinyas terminaran de armarse y formar una defensa organizada. Sin embargo, Raiduan consiguió acertar al líder antes de que escapara pero sin tener certeza de la gravedad de la herida. Tal vez sea mortal, tal vez solo haya sido un rasguño.
Cuando lo peor había pasado, una elfa herida mortalmente estaba tumbada en la losa de pizarra (en la que se reza a Eralie) y Raiduan con gran congojo en su corazón se temió lo peor. Efectivamente, era su madre que había luchado valientemente. Las heridas supuraban veneno asqueroso y maloliente.
– ¡Madre! ¡Por favor, no te vayas tu también! – exclamó Raiduan con lágrimas en los ojos abrazado al débil cuerpo de su madre.
– ¡Rai, escúchame por favor – susurró con un hilillo de voz – No sufras por mí como lo hiciste con tu padre, el no habría querido eso. Sé fuerte, busca a los culpables y sólo prométeme una cosa – dijo con una voz cada vez más apagada la elfa moribunda.
– ¿Sí? ¡Madre, madre! ¡Te prometo que buscaré a los culpables! –
– Hijo… prométeme… prométeme… –
– Dime madre,¿Prometer qué? ¡Madre! –
– Prométeme que serás fuerte y sobre todo, prométeme que serás libre – exhaló con su último aliento.